domingo, 28 de septiembre de 2008

El mejor traje de Germán


La internet ha sido instrumento de Papa Dios en unir, bajo el signo de la décima, a poetas de todas partes. Del centro del Sur -Bolivia- éstas de un estupendo escritor y decimista, Germán Zelada Urioste, que -como él dice - "se prestan para cantar con música de milonga campera, argentina o uruguaya."


Dejaré la rienda suelta
y no intervendrá mi mano
para ir montado en mi ruano
al viaje del que no hay vuelta.
Una estera bien envuelta,
alforja y el mejor traje,
serán todo mi equipaje
para el recorrido incierto
donde se termina muerto
una vez culmina el viaje.

Por si dura el traqueteo
en la alforja de comer,
la estera para yacer
o pegar un cabeceo.
No soy dado al hermoseo
pero quiero estar bien visto,
por eso es que tengo listo
mi traje sin estrenar,
frente al que me va a enterrar
será bueno darme pisto.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

La prima Alcira

La prima Alcira vive en Uruguay y descubrí que el clan Romillo -originario de Burgos, España- no solamente viajó a Cuba y a EE.UU., sino que también encontró un hogar en Sur América. Asimismo descubrí que su padre era un amante de la poesía y que su hija lo recuerda en la tertulia hogareña diciendo estas décimas de Abel Soria, notorio payador humorístico y escritor uruguayo.



Cuando llegué a este rincón
dispués que anduve y anduve,
de las diez novias que tuve
en toda la población,
se ganó mi corazón
Napoleona Santa Cruz
que me marió con la luz
de sus pupilas inquietas
y me hizo hacer más gambetas
que carrera de avestruz.

Yo andaba atrás del arao
cuando a lo lejos la ví,
y jué cuando comprend
íque ya estaba enamorao
porque al mirarla embobao
como el que ha visto visiones
trompezaba en los terrones,
se me ladiaba la yunta
y al dar güelta en cada punta
eran puros camellones.

La ví por segunda vez
en la estancia "El Sarampión",
se divorciaba el patrón
y armaron baile después,
llegaban hasta de a diez
engualichaos de alegría
y el pago se divertía
con música y tortas fritas
y las mozas más bonitas
de toda la ranchería.

Pero al llegar Napoleona
con la mirada, nomás,
le hizo perder el compás
al viejo de la cordiona.
Era un ángel en persona
enviao desde el cielo santo,
lástima que pal encanto
de su cuerpo de barrica
la puerta resultó chica
y tuvo que entrar de canto.

Cuando la invité a bailar
dijo en tono lisonjero:-
Güeno, por ser el primero,
no lo voy a dispresiar.
Soy difícil pa lidiar
porque estoy juera de ensayo
pero si me pisa un callo
o me lastima un juanete
ai sí, del primer moquete
garanto que lo desmayo.

Yo parecía una hormiga
alrededor de una parva
porque apenas con la barba
le daba por la barriga.
Me dijo: "el güey se fatiga
si la yunta es despareja"
y acompañando una queja
se dobló casi en cuclillas,
entonces yo de puntillas
me le declaré en la oreja.

Mi ardiente pasión frenética
y su fría indiferencia
son factores de influencia
sobre mi estampa esquelética...
Le hablé cuidando la estética
con frases de alto copete,
y me contestó: "Rispete,
dotorcito, ¿qué se ha créido?
¿que por ser un mozo léido
me va a agarrar pal chijete?

Aunque vi la cosa oscura
de tal manera insistí
que al fin me dijo que sí,
con romántica ternura,
y al estrechar su cintura
me suplicó maliciosa:
"No apure tanto la cosa
que dispués mama me reta
y deje esa mano quieta
que soy medio cosquillosa".

Y me pidió: "Por favor, l
e ruego que no comente
de que usté es mi pretendiente
y que hemos hablao de amor,
no olvide que soy menor
y me perjudicaría;
cumplí treinta el otro día
y los mozos me cortejan
pero en casa no me dejan
tener novio todavía".

Entonces, le dije yo:
"Preparáte pa mañana;
te escapás por la ventana,
juyimos y se acabó!"
"Mañana, -me contestó-
en cuanto asome el lucero
ensillá tu parejero
y andá nomás por mi rancho;
si no se dispierta el chancho
te espero atrás del chiquero."

Pero pensé al otro día
que con Napoleona en ancas
mi colorao "patas blancas"
a gatas resistiría,
No quise hacer la herejía
de cargar con su silueta
porque el mancarrón maceta
se iba a clavar de punta.
Entonces uñí la yunta
y me juí con la carreta.

Dieciséis años pasaron
y vivimos muy felices,
tenemos doce gurises
que del cielo nos mandaron.
Todos ellos adornaron
como flores nuestro hogar
y nos queremos casar
porque yo, principalmente,
tengo miedo que a la gente
le diera por murmurar.